Afortunada o afortunado quien nunca haya tenido que decir que se le estaba ‘congelando el cerebro’ al tomar algo demasiado frío o quien no haya temido por su lengua al quedarse esta pegada en un producto congelado o a punto de estarlo. Y si te suena, estás de suerte: a continuación te explicamos el porqué de las reacciones de nuestro cuerpo a estas y otras situaciones cuando comemos o bebemos alimentos demasiado fresquitos.
No se te ‘congela el cerebro’, tienes cefalea por estímulos fríos
Abres la nevera y pegas un buen trago de la botella de agua que tienes reservada para esos 30 y pico grados de julio (o para cuando sea). Segundos después, sientes un dolor intenso de cabeza, así, en frío (nunca mejor dicho) y sin previo aviso. ¿Se nos está congelando el cerebro? Evidentemente no.
“Básicamente lo que ocurre es que volvemos loco al sistema circulatorio que a su vez manda información al cerebro de que algo va mal, cuando en realidad no pasa nada”, explica a Maldita.es José Ángel Morales, doctor en neurobiología en la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y maldito que nos ha prestado sus superpoderes.
‘No pasa nada’, pero sí sentimos lo que la última versión de la Clasificación Internacional de Trastornos de Cefalea (ICHD-3) define como cefalea por estímulo frío (crioestímulo), normalmente aplicado externamente a la cabeza, ingerido o inhalado.
Por si aún no sitúas la sensación a la molestia a la que nos referimos, se localiza de forma habitual en la región frontal media de la cabeza, aunque se ha descrito también en la zona temporal (lateral). “El dolor de cabeza aparece inmediatamente o pocos segundos después de la exposición al estímulo frío y habitualmente desaparece dentro de los 10 minutos siguientes a la retirada de este”, señala a Maldita.es Pablo Irimia, neurólogo y Coordinador del Grupo de estudio de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Lo curioso es que la sensación de molestia se percibe en una zona distinta a la que está registrando el estímulo. “Es lo que se llama un dolor ‘referido’. En este caso se origina en el paladar al tomar un alimento frío, pero se siente en la cabeza”, aclara Morales.
Las evidencias científicas, como añade el experto, apuntan que la causa de esto es el cambio en el flujo sanguíneo entre el paladar y el cerebro: cuando hace frío nuestros vasos sanguíneos periféricos se ‘se encogen’ (vasoconstricción), así la sangre circula lejos de la piel y se puede mantener mejor el calor corporal. En la situación contraria, cuando hace calor, ocurre lo contrario, que los vasos periféricos se dilatan (se expanden) para estar más cerca de la piel y favorecer la transferencia de calor fuera del cuerpo. Así controlamos nuestra temperatura corporal.
¿Qué ocurre cuando en verano tomamos algo frío? Que los capilares del paladar tienden a estar dilatados para ‘expulsar’ el calor del cuerpo. Pero, si de repente tomamos algo frío, los vasos sanguíneos se contraen.
“Volvemos loco al sistema circulatorio con tanto trajín de calor y frío, y los capilares pasan rápidamente de su dilatación normal para eliminar calor, a la contracción por el frío de lo que estamos tomando. Los receptores del dolor detectan estos cambios en el flujo sanguíneo y mandan información al cerebro, que interpreta que hay un problema. Por eso se produce esa sensación de dolor punzante”, aclara el neurobiólogo. “Nada grave, es solo eso, una sensación. Se pasa enseguida. Un helado en verano bien merece unos segundos de dolor”, bromea.
Es decir, por lo general es breve. De ahí que las cefaleas por estímulos fríos no suelan motivar consultas médicas ni precisar tratamiento. Irimia sostiene que es usual aconsejar reducir el tiempo de contacto del frío con el paladar, “aunque esto a menudo no es fácil ni ha demostrado ser siempre efectivo, dado que en algunas personas también aparece dolor al estimular la pared faríngea posterior”.
En cualquier caso, no está indicada la abstinencia de alimentos fríos. El consejo general de los expertos es dejar atemperar los alimentos o las bebidas antes de su consumo.
Si te duelen los dientes al morder algo frío, la culpa es de la sensibilidad dental
Otra de las posibles consecuencias al hincar el diente o remojar estos en alimentos o bebidas a bajas temperaturas es que aparezca un dolor intenso en ellos. ¿Nos pasa a todos? Quizá no desde siempre, pero muy probablemente sí suceda con el paso del tiempo a raíz de la sensibilidad dental, la desmineralización de los dientes.
“Con los años, debido al uso y a la retracción de las encías (lo que deja más superficie de la raíz expuesta a estímulos), casi todos presentamos más sensibilidad”, comenta a Maldita.es Germán Santiago, odontólogo y maldito que nos ha prestado sus superpoderes.
Lo que sucede es que van quedando al descubierto determinadas zonas, desprotegiendo partes del diente de mayor sensibilidad, como el paquete pulpar. Este se encuentra en el interior del diente y alberga el paquete vásculo-nervioso, que da sensibilidad al diente (nervios) y lo nutre (vasos sanguíneos).
“En una boca sana, solo está expuesta la corona dental recubierta por el esmalte, una capa que nos protege del frío y calor, entre otras sensaciones”, indica a Maldita.es Juan Carlos García Aguilar, protésico dental y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. “Si por algún motivo (caries, desgaste o rotura) perdemos parte de esta capa y hay comunicación con la pulpa tendremos esa sensibilidad”, aclara.
También puede ocurrir que se dé un problema en las encías si hay una retracción de las mismas. En este caso, como explica García, se expone la raíz del diente que, al no tener esmalte, también deriva en sensibilidad.
Para evitar esta sensación, la solución es prestar atención a nuestra salud bucodental: “En una boca sana y con una higiene correcta, los dientes no deberían tener sensibilidad”, adelanta el experto. De ahí la importancia de incidir en la higiene dental y acudir al dentista para prevenir o curar lo antes posible cualquier problema relacionado.
Santiago añade que evitar algunos hábitos, como tomar mucho limón o cepillarse con pastas muy agresivas, pueden ayudarnos en nuestra tarea de prevenir la sensibilidad dental. De lo contrario, favorecerían esa desmineralización.
“Si sentimos sensibilidad al frío, a los ácidos o a los dulces es bueno cepillarnos con dentífricos que contengan alto contenido en flúor, que favorece la mineralización. En casos más graves habrá que acudir a un profesional para que nos aplique flúor tópico y, en casos más extremos, nos desvitalice algunos dientes, eliminando su pulpa y contenido”, continúa, coincidiendo con las recomendaciones de la Asociación Dental Americana (ADA).
El blanqueamiento dental también aumenta la sensibilidad de los dientes al frío, calor o determinados alimentos, ya que abre los poros del esmalte para llegar a la dentina. Generalmente es leve y transitoria.
¿Por qué se queda la lengua ‘pegada’ a los alimentos fríos?
Un polo, un cubito de hielo, un alimento congelado… El requisito es que sea una superficie bien fría y la consecuencia, si acercamos la lengua, que probablemente se nos quede ‘pegada’. ¿Por qué? Porque el agua (y la saliva) que hay en ella comienza a congelarse. Los pequeños pellizcos que sentimos se deben a la creación de pequeños cristales de hielo.
Cuanto menor sea la temperatura de la superficie a la que acerquemos la ‘sin hueso’, más rápido se adherirá momentáneamente a ella. Puede incluso suceder con nuestras manos, si estas están algo sudadas, como adelanta la página web del Centro de Investigación de Materiales de la Universidad de Cornell (Estados Unidos).
Volviendo al caso de la lengua, que se pegue al hielo ocurre porque nuestro cuerpo no es capaz de reponer el calor en esta a la misma velocidad que el hielo ‘lo extrae’. Es decir, cuando la lengua entra en contacto con la superficie helada del ‘cubito’, este extrae su calor y la enfría rápidamente.
“Nuestro cuerpo intenta reponer en esa parte del cuerpo el calor perdido, necesario para su buen funcionamiento, pero el cubito lo disipa más rápido. De esta forma, la humedad de la lengua se congela y se queda pegada”, explica América Valenzuela, periodista científica licenciada en Química, en este artículo de RTVE.
Además, añade qué hacer para acabar con la incómoda situación: “Para liberar la lengua, nada de tirones, porque dañarían el músculo. La solución es verter agua caliente sobre la lengua y el cubito […]. En un santiamén se descongelará la saliva y la lengua se despegará”.
Si además notas que se te queda ‘dormida’ después de este contacto con las bajas temperaturas, la ciencia vuelve a tener la respuesta. “El frío ralentiza y dificulta la transmisión de los mensajes nerviosos, lo que se traduce por una especie de anestesia”, explica a Maldita.es Nicolás Brogly, anestesista de la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR). La consecuencia, en este caso, es una lengua ‘adormilada’. “Este método también lo utilizan los deportistas cuando se lesionan (los futbolistas reciben un spray de frío para enmascarar el dolor si tienen un dolor muscular durante el partido)”.
FUENTE: Cosas que le pasan a tu cuerpo cuando comes o bebes algo muy frío (msn.com)